1.11.09

Story teller 2

Lluvia

-Contame un cuento- le dijo él mientras le acariciaba el pelo.El amaba su pelo suave y sedoso, y cuando sus dedos lo rozaban sentia que no podia estar en un lugar mejor.

Ella se incorporó unos milimetros para poder mirarlo.

-¿Un cuento? Yo no se contar cuentos..- le dijo con cara de inocente.

-Siempre vas a saber contar cuentos para mi- le contestó con la expresion mas dulce que tenia, y la beso en la frente.

Ella volvió a acomodarse en su pecho. Se quedó en silencio, escuchando su corazon latir. Curiosamente, iban al mismo ritmo. Se pregunto si siempre sería de esa forma, si siempre irian por el mismo camino, al mismo tiempo, en el mismo lugar.Tomó una bocanada de aire, y comenzo a relatar la historia que esperaba para poder dormir.

- "Cuando por fin se sintió libre, cuando por fin llegó la hora de enfrentarse a lo que llevaba guardado y confinado bajo la máscara, el aire fresco de la nueva mañana rozó su cara, y sintió que la lluvia comenzaba a mojar su cara.

Y la mascara cayó bruscamente, y la lluvia se mezcló con sus lágrimas, y en su boca no distinguía la sal del sabor amargo de la decepción.

Sus pasos se volvieron pesados, la lluvia se hacía mas espesa, pero no le importaba mojarse, no le importaba llegar. Ni siquiera recordaba hacia donde estaba yendo, lo único que sabía era que estaba huyendo, estaba alejandose.

El cuerpo le pesaba, pero ya no lo sentía suyo, la primavera florecía a su alrededor, pero ella no era capaz de ver nada, ni siquiera un punto fijo.

Todavía escuchaba los truenos de la noche anterior resonando en sus oídos, y los relámpagos fijos en su retina, la cegaban con las memorias de una noche que quisiera olvidar.

La gente la veía pasar, y mientras que a lo lejos parecían a punto de devorársela, cuando se acercaban su cara se transformaba. Llevaba la marca de la tristeza impregnada en cada uno de sus poros, sus ojos recién comenzaban a ponerse rojos.

En un momento solo supo que ya no daba mas. Nunca supo como llegó a su cama, y mas tarde agradeció a su inconsciente que no la dejara vagando perdida por la ciudad, agradeció a sus Ángeles por cuidarla y mirar sobre ella.

Temblaba y sollozaba, y la lluvia era cada vez mas intensa, podía escucharla golpear contra su ventana. Los restos de la noche anterior estaban esparcidos por su habitación, por el baño, por la cocina, cada objeto conllevaba algún recuerdo impregnado en su razón de ser. Miró su vestido, que todavía llevaba puesto, la camisa floreada que todavía yacía en el piso de su habitación, y las ilusiones volvieron a ella, recordándole que no todo había sido siempre así de negro, así de gris. No siempre había llovido, pero había sido su culpa no haber notado cuando empezaba a chispear.

Acarició su vestido, sintió su perfume que tanto le gustaba. Se había creído todos los cuentos, se había creído todos los versos. Pero finalmente había entendido que cenicienta siempre fue una sirvienta, los patitos feos nunca se convierten en maravillosos cisnes, y las princesas nacen con la corona puesta. Ella no era una princesa, y nunca debió haberlo siquiera considerado. Se sintió tonta por haberse creído linda aunque sea una noche, pero mas que nada se sintió tonta por haber creído que las cosas podían ser diferentes.

Siempre supo que estaba destinada a que las cosas no le salieran bien, por lo que dedicó su vida a esforzarse en ayudar a los demás, por esforzarse en ser una buena alumna, una buena hija, una buena amiga. Una buena persona era a todo lo que podía aspirar.

Y el error, siempre lo supo, fue aspirar a sentirse amada. Fue sentirse correspondida, fue aferrarse a un abrazo, a una noche compartida, a tomarse de las manos. El amor no era algo que le correspondiera tener, por alguna razón lo que mas quería en el mundo era aquello que nunca iba a poder poseer.

Se maldijo por ilusa, se maldijo una y mil veces por las pistas falsas, por los nueves convertidos en seis. Se maldijo por dejarse llevar por la marea, aun sabiendo que en el momento que se pusiera en tensión ya estaría ahogándose en lo mas profundo del mar.

El tiempo parecía ser el único en comprenderla, la lluvia pareció acompañar sus lagrimas. Le dolían los ojos, y el espejo le devolvió la mirada mas triste que jamás haya visto. Deseó con todo su ser retroceder el tiempo atrás, deseó con todo su ser marcarse a fuego esa lección. Deseó con todo su ser no tener que enfrentarse a sus miedos mas profundos, hasta por un momento deseo dejarse caer y caer y caer.

Cuando despertó de su pesadilla, el día seguía gris. Miró por la ventana, y aunque busco por todos lados, no encontró el sol en el horizonte. Pero sin embargo, ya no lloraba. Su boca conservaba ese gusto tan particular, y quedaban resabios de congoja, de bronca, de furia, de tristeza.

Sabia que no entendía nada, sabia que alguien le había fallado. Y supo que como siempre, lo único que podía hacer era actuar automáticamente. Lo único que podía hacer, era desactivar su corazón por unos días, dejar sanar las heridas que le quemaban en carne viva, la piel que le ardía, los ojos empañados.

Porque hiciera lo que hiciera, nunca iba a lograr entenderlo, nunca iba a lograr poder vivir con eso, enfrentarse al nuevo día sabiendo que todo había terminado, y ni siquiera, porque lo que nunca había sido nunca llega a un final. No podía enfrentarse con el mundo y contarles que lo único que había aprendido, es que las esperanzas, las ilusiones y el amor eterno, vivirían solamente en sus castillos en el aire. Porque ella no era una princesa y nunca tendría la llave que convertía sus castillos en realidad.

Respiró profundo, al tiempo que cerraba los ojos. Respiró nuevamente, y cuando abrió los ojos, sintió que poco a poco su piel se endurecia y adquiría un carácter rugoso como nunca habia tenido, sintió como sus pies se hundían en la tierra. Sus dedos se estiraban y su pelo se esparcía a su alrededor desafiando a la gravedad. Su corazón latió por última vez, y sus parpados se fijaron a sus pupilas.

La lluvia ya no caía, pero ella ya no sentía, ya no pensaba, ya no era, y sin embargo, comenzaba su existencia hacia la eternidad, mientras las flores rebosaban en sus ramas."-

Él ya estaba dormido cuando ella comprendió que su cuento no era mas que un imposible. Y para sus adentros, le cambió el final. Porque por mas que quisiera, los cuentos cuentos son, pero a la hora de regresar del ensueño, se hacía imposible arrancarse el corazón. Se le hacía imposible dejar de sentir. Agradeció a Dios por haberle entregado a ese ser maravilloso que se encontraba abrazándola. Agradeció por haber encontrado al amor de su vida.

Y se sintió aliviada por no parecerse a la chica del cuento. Se sintió aliviada cuando descubrió que ella era la mas afortunada del planeta, en ese momento en ese lugar. Besó a su amado en los labio, y éste la apreó mas junto a él. Sintió que finalmente estaba en el lugar donde siempre habia pertenecido, en el lugar que siempre habia soñado.

Alli, entre los brazos de su amado, la contadora de cuentos tuvo el sueño mas profundo y tranquilo que alguien pudiese tener. Una vez que uno descubre que tiene todo lo que siempre deseó, la felicidad no puede mas que explotar y rebosar a nuetsro alrededor.

3 comentarios:

Bella dijo...

Pasa por mi blog, hay un regalo para vos (:

Bella dijo...

No te pude contar por que no estabas Janeee!

Little sister dijo...

Linda l ahistoria.
que lidno es escuchar qe un corazón va al mismo ritmo que el tuyo.

un beso.

xoxp