25.4.09

Como eran las cosas

De repente tengo tanto para decir. Supongo que últimamente estoy demasiada preocupada por las cosas materiales, por vivir la vida loca. Siento que últimamente no soy yo. Que todo es plata, que todo son salidas, y comprarme cosas, y yo y yo y yo.
¿Dónde quedó esa chica que se sentía orgullosa de saberse una persona que intentaba preocuparse por los demás y poner su granito de arena para cambiar el mundo?
El pequeño diablo en mi hombro izquierdo me dice que no es así, que simplemente soy una adolescente y estoy pasando por una etapa. Que la disfrute, que es única en la vida, y que este es el momento indicado, el único momento donde vale todo, donde yo puedo ser la protagonista, vivir y hacer las cosas que quiero, a mi manera.
Pero aunque muera por darle la razón, y muchas veces sucumba, de repente me dan ganas de llorar. Porque yo sé que estoy haciendo las cosas mal. Yo se que estoy enfocando las cosas con un mal foco, porque mis planos generales son planos detalle, y los que deberían ser detalles se convierten en planos generales.
Porque le estoy dando importancia a cosas que no deberían, y dejando pasar desapercibidas cosas que realmente necesitan mi atención. Porque lo hago a sabiendas, porque apuro el paso para dejar atrás cosas que no quiero ver ni afrontar. Porque clavo la mirada en un punto, para no concentrarme en lo que hay alrededor.
¿Dónde estoy? ¿Soy acaso ésta, mi verdadero yo, el egoísta, el ambicioso, el egocéntrico? ¿Me estaré convirtiendo en aquello que desprecio?
A mi derecha me soplan que al menos es un paso abrir los ojos. Que al menos estoy ahora escribiendo estas palabras, sintiendo estos amargos sentimientos, sacándome la venda de los ojos para poder ver la realidad, mi realidad.
Quiero volver a respetar mis ideales, a tomar respeto por la vida. Quiero sentirme orgullosa conmigo misma, sin dejar de disfrutar los problemas y las ventajas de mi adolescencia.
Lo mas importante es saber que no es el contexto, que soy yo, todo depende de mi, de mi voluntad y mis ganas de ser quien quiero ser.

Pero como sabiamente dice una vieja y conocida frase,"del dicho al hecho hay un largo trecho".
¿Seré capaz de recorrerlo?

5.4.09

Level completed

¿Por qué sera que nunca nos sentimos del todo completos? ¿Es el ser humano, que tendrá esa caracteristica insaciable, o simplemente nuestro cerebro jugandonos una mala pasada?
Sinceramente, creo que hay prioridades.
Puede que no nos sintamos completos, porque nos falta demasiado para comprarnos ese plasma, pero definitivamente son pensamientos de apenas unos segundos, y podemos vivir tranquilamente con ese hueco.
Porque la verdad es que las cosas materiales no traen la felicidad, y aunque sea una frase trillada, lo digo en serio. Podemos vivir sin objetos, pueden pasar desapercibidas esas faltas.
El problema es cuando el dinero se mezcla con los sentimientos. Cuando la falta de plata nos impide hacer ciertas cosas.
No es este el punto al que iba, lo que quiero decir es que, ¿qué pasa cuando nuestras carencias son sentimentales, cuando no hay forma de comprarlas, cuando su adquisición será solo obra del destino?
Porque yo creo que la familia, los amigos, y un alma gemela, realmente dejan huecos profundos si no estan. Es realmente cuando nos falta una de estas, cuando no nos sentimos llenos, completos. Sabemos que nos estamos perdiendo de algo, con lo que se nos hace muy dificil vivir sin.
Puede que, al tener 2 de 3, podamos sobrellevar la falta de la tercera. Después de todo, dos tercios no es una mala fraccion. Pero cuando el numero desciende a 1 de 3.. como hacemos para vivir con esa angustia?
Confieso que no es mi caso, que hoy me encuentro dentro del porcentaje 2/3, por lo que el apoyo que me confieren mi familia y mis amigos, hace mas que llevadera mi vida.
Pero si de repente escucho una cancion de amor, mi protagonista favorito le da un beso apasionado a su princesa de telenovela, o simplemente cierro los ojos y dejo mi mente divagar..
Si me cuesta tanto no desear tener todo, si me cuesta tanto no desear con todas mis fuerzas alguien que me ame, si siento la falta de un beso y un abrazo..
¿Será que sentirse completa es aquello que llaman felicidad?

4.4.09

The story teller (segunda parte)

Cuando el hombre empalideció, y argumentó que no se sentía bien, sentí un escalofrío que me anunciaba el desenlace, casi pude escuchar un ruido de campanas anunciando el principio de un magnificente final.

Como cuando el semáforo pasa de amarillo a verde antes del arranque de la carrera. Como cuando el silbato suena y da inicio al juego. El telón se abría, las luces del teatro se encendían y los actores entraban a escena.
El hombre intentó pararse, pero no pudo más que desplomarse. Ella gritó con desesperación e intentó levantarlo y reanimarlo.
“Mauro, ¡ayudame! Llama a un médico, ¡rápido!”, decía mientras le mojaba la cara con el agua de su vaso.
Pero yo no me moví de mi silla. Ni me inmuté. Allí estaba ella, intentado vanamente despertarlo, y él, que hasta hace dos segundos parecía tan fuerte, con sus brazos de acero y su dura mirada, ahora no respiraba. Ella esperando volver a verle sus ojos verdes, volver a arrancarle una sonrisa. Pretendía que yo todavía me creyera que eran amigos. ¡Por favor! Como si yo no hubiese deducido que era él el hombre de mis pesadillas y antagónicamente el de sus sueños. Era él el que echaría mi mundo a perder. Era él quien la haría soñar, él que la haría llenarse de tontas ilusiones. Él, quien descifraría sus fantasías y la invitaría a vivir del aire. Él, a quien ella idealizaría y hacia donde correría en su ensueño. ¿Y todavía procuraba que la ayudara a alejarse de mí y salvara a ese hombre?
Le tomó el pulso aunque bien sabia que estaba muerto. Levantó la vista y sus ojos se clavaron en mí como dos agujas ardientes.
No eran como aquella vez que nos conocimos. Esa vez, sus ojos eran dos relámpagos en la noche que caían sobre mí y me revivían. Me miraba y yo me deshacía. Esa vez sus ojos eran dos luces brillantes que me quitaban hasta la sombra. Pero en ese instante no lo fueron, no.
“Mauro, ¿qué hiciste?”, me preguntó con la voz temblorosa, presa del pánico.
“Hice lo que tenia que hacer. No me digas que no te diste cuenta de nada, vos no sos hipócrita, nos conocemos.”
No hace falta que describa cada mínimo detalle de aquél diálogo. Primero me gritó que era un asesino. Sus palabras pretendían ser puñales pero yo no me salía de mi eje. Estaba perfectamente bien lo que estaba haciendo, el fin justifica los medios. Y mi fin era completamente justificable.
Al ver mi sosiego fue ella quien se salió de sus cabales. Con sus alaridos me acusaba de estar loco.
Loco, puede ser. Loco de amor. Era mía y yo debía cuidarla y protegerla. Y si cometí el bendito error de amarla, convirtiéndome en su más obediente esclavo, es porque estoy loco. El amor me hizo su más fiel seguidor, y Clara era mi más peligrosa adicción. ¿Qué era yo sin ella?
No podía permitir que se apartase de mi lado, debía permanecer conmigo para yo así poder respirar.
Hacia tiempo que había considerado la posibilidad de que algún perverso hombre se la llevara, la sedujera con sus palabras y aquellas la atrajeran más que mi amor. Entonces entendí que mi existencia era substancial para custodiar su corazón. Nadie podía arrebatármela, y por eso aquél maldito hombre debía morir. Era una amenaza entre Clara y yo.

El cuchillo que escondía detrás estaba afilado.

Mis conjeturas se aventuraban un poco mas profundo. ¿Qué tal si no era un hombre el motivo de nuestra separación? ¿Qué pasaba, acaso, si ella dejaba de amarme? Tal vez yo lograba agobiarla, y se cansara de mí. ¿Y si lo más catastrófico ocurriera y yo no tendría posibilidades de recuperarla?
Me acerqué a ella y antes de que pudiera darse cuenta, el filo había penetrado su pecho. Apenas le alcanzó un último aliento para un quejido ahogado, y se desplomó en mis brazos. Los cortes fueron agudos y precisos. Su cuerpo estaba todavía caliente cuando lo tuve en mis manos.
Nunca rompo mis promesas. Le prometí que lo iba a cuidar con mi vida, y el único modo era poder custodiarlo de cerca, ser su guardián.
Guardé su corazón en una caja de plata labrada, a resguardo de este mundo adverso e impredecible.
Juro que me pareció ver un destello de luz en él, como agradeciendo llegar a donde siempre perteneció, eternamente mío.