4.4.09

The story teller (segunda parte)

Cuando el hombre empalideció, y argumentó que no se sentía bien, sentí un escalofrío que me anunciaba el desenlace, casi pude escuchar un ruido de campanas anunciando el principio de un magnificente final.

Como cuando el semáforo pasa de amarillo a verde antes del arranque de la carrera. Como cuando el silbato suena y da inicio al juego. El telón se abría, las luces del teatro se encendían y los actores entraban a escena.
El hombre intentó pararse, pero no pudo más que desplomarse. Ella gritó con desesperación e intentó levantarlo y reanimarlo.
“Mauro, ¡ayudame! Llama a un médico, ¡rápido!”, decía mientras le mojaba la cara con el agua de su vaso.
Pero yo no me moví de mi silla. Ni me inmuté. Allí estaba ella, intentado vanamente despertarlo, y él, que hasta hace dos segundos parecía tan fuerte, con sus brazos de acero y su dura mirada, ahora no respiraba. Ella esperando volver a verle sus ojos verdes, volver a arrancarle una sonrisa. Pretendía que yo todavía me creyera que eran amigos. ¡Por favor! Como si yo no hubiese deducido que era él el hombre de mis pesadillas y antagónicamente el de sus sueños. Era él el que echaría mi mundo a perder. Era él quien la haría soñar, él que la haría llenarse de tontas ilusiones. Él, quien descifraría sus fantasías y la invitaría a vivir del aire. Él, a quien ella idealizaría y hacia donde correría en su ensueño. ¿Y todavía procuraba que la ayudara a alejarse de mí y salvara a ese hombre?
Le tomó el pulso aunque bien sabia que estaba muerto. Levantó la vista y sus ojos se clavaron en mí como dos agujas ardientes.
No eran como aquella vez que nos conocimos. Esa vez, sus ojos eran dos relámpagos en la noche que caían sobre mí y me revivían. Me miraba y yo me deshacía. Esa vez sus ojos eran dos luces brillantes que me quitaban hasta la sombra. Pero en ese instante no lo fueron, no.
“Mauro, ¿qué hiciste?”, me preguntó con la voz temblorosa, presa del pánico.
“Hice lo que tenia que hacer. No me digas que no te diste cuenta de nada, vos no sos hipócrita, nos conocemos.”
No hace falta que describa cada mínimo detalle de aquél diálogo. Primero me gritó que era un asesino. Sus palabras pretendían ser puñales pero yo no me salía de mi eje. Estaba perfectamente bien lo que estaba haciendo, el fin justifica los medios. Y mi fin era completamente justificable.
Al ver mi sosiego fue ella quien se salió de sus cabales. Con sus alaridos me acusaba de estar loco.
Loco, puede ser. Loco de amor. Era mía y yo debía cuidarla y protegerla. Y si cometí el bendito error de amarla, convirtiéndome en su más obediente esclavo, es porque estoy loco. El amor me hizo su más fiel seguidor, y Clara era mi más peligrosa adicción. ¿Qué era yo sin ella?
No podía permitir que se apartase de mi lado, debía permanecer conmigo para yo así poder respirar.
Hacia tiempo que había considerado la posibilidad de que algún perverso hombre se la llevara, la sedujera con sus palabras y aquellas la atrajeran más que mi amor. Entonces entendí que mi existencia era substancial para custodiar su corazón. Nadie podía arrebatármela, y por eso aquél maldito hombre debía morir. Era una amenaza entre Clara y yo.

El cuchillo que escondía detrás estaba afilado.

Mis conjeturas se aventuraban un poco mas profundo. ¿Qué tal si no era un hombre el motivo de nuestra separación? ¿Qué pasaba, acaso, si ella dejaba de amarme? Tal vez yo lograba agobiarla, y se cansara de mí. ¿Y si lo más catastrófico ocurriera y yo no tendría posibilidades de recuperarla?
Me acerqué a ella y antes de que pudiera darse cuenta, el filo había penetrado su pecho. Apenas le alcanzó un último aliento para un quejido ahogado, y se desplomó en mis brazos. Los cortes fueron agudos y precisos. Su cuerpo estaba todavía caliente cuando lo tuve en mis manos.
Nunca rompo mis promesas. Le prometí que lo iba a cuidar con mi vida, y el único modo era poder custodiarlo de cerca, ser su guardián.
Guardé su corazón en una caja de plata labrada, a resguardo de este mundo adverso e impredecible.
Juro que me pareció ver un destello de luz en él, como agradeciendo llegar a donde siempre perteneció, eternamente mío.

1 comentario:

Hellion dijo...

aqui tienes un nuevo lector , saludoss.